miércoles, 21 de agosto de 2013

Elecciones, 2008


Cuentan de estados pusilánimes que dejan de inmolarse sólo por no perder su poltrona, de ideales alálicos malvendidos en mercados liberalizados, de miopías crónicas, de estupideces atávicas.

Cuentan de riscos y barrancos donde, lemmings encarnizados, cada noche se lanzan al vacío no menos de mil autenticidades y principios; ayer, sin ir más lejos, cuentan, pocos de éstos recularon al contemplar el vacío.

Cuentan de utilidades sin distinguir teorías de consumidor y votante, de derechos sin contemplar los ángulos, de entierros del matiz diferenciador y de la divergencia natural, del exilio de lo múltiple.

Cuentan hoy de aquel otro Estado y no doy crédito.

Lo que no cuentan es que yo mañana objeto, por razones filosóficas y religiosas (sic), a la asignatura de Lengua y Literatura, porque soy laísta y “la pego porque es mía”; a la asignatura de Ciencias Naturales, porque soy creacionista y Darwin nunca debió salir de las Galápagos; a la asignatura de filosofía, porque soy tomista y no he tenido a lo largo de mi vida ni una sola experiencia empírica; a la asignatura de economía porque soy friedmaniano y me gusta comprar tanto pipas Facundo como Piponazo; a la asignatura de Historia porque soy Isabelista y me resulta repugnante Carlos Hugo de Borbón y Parma; a la asignatura de Inglés porque pretendí mantener un “dialogue” en Maine y no me comprendieron; a la asignatura de matemáticas porque nunca me he cruzado en calle alguna con un paralelepípedo; a la asignatura de música porque Ligeti me deja la cabeza loca; a la asignatura de vivir porque soy el novio de la muerte… y veo, Millán, que por fin ha muerto la inteligencia.

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