VENTRÍLOCUOS
SINOPSIS
Una pareja charla en la mesa de un bar sobre Marx y cierta
contradicción en su teoría sobre la plusvalía, mientras se echan en cara detalles
de su pasado y el actual estado de deterioro de su relación.
En el punto álgido de la discusión suena el teléfono móvil, Él
se levanta dejando sola a Ella en la mesa mientras la cámara se aleja hasta
encontrarse con el perfil de otra pareja, quienes realmente eran los que
simulaban con sus voces la conversación que se ha escuchado. Antes de finalizar
vuelven a analizar a los clientes del bar, y deciden simular una nueva
conversación con una pareja distinta, ésta más frívola y distendida.
DESARROLLO
La cámara realiza un travelling por el interior de un bar,
observando los clientes que en esos momentos ocupan sus mesas, centrándose
apenas unos segundos en ellos (un individuo solo leyendo, tres jóvenes
charlando animadamente, una muchacha con unos apuntes encima de la mesa y
estudiando, hasta que enfoca a una pareja –Él/Ella-).
Suena sonido ambiente de bar.
Al mismo tiempo se intercalan los créditos (ABUABALRÁS
PRODUCCIONES presenta a / sucesión de nombres de actores).
En el momento de localizar la pareja, la cámara se centra en
ellos y se acerca hasta enfocar en un plano medio a ambos. Ella mira hacia un
lado buscando al camarero, y Él juguetea con el móvil, no están hablando aún.
Vestuario de la pareja hippie/moderno.
Cuando la cámara se queda estática enfocando a ambos, Ella se
le queda mirando mientras Él sigue abstraído con el teléfono, y Ella comienza a
hablar.
ELLA
¿Recuerdas
la teoría sobre la plusvalía?
La cámara
enfoca en primer plano la cara de él, que levanta los ojos y la mira extrañado,
deja pasar un segundo.
ÉL
¿Cómo?
La cámara
empieza a jugar intercalando primeros planos de gestos faciales, corporales,
miradas, muecas, objetos sobre la mesa, mientras se sigue desarrollando la
conversación.
ELLA
Sí, bueno, si recuerdas,
más o menos, la Teoría sobre la plusvalía marxista que venía en El Capital.
ÉL
¿La
teoría marxista sobre la plusvalía? (..) ¿El Capital? ¿Pero qué coño dices?
Tono de
extrañeza casi irónica e incluso despectiva en la última pregunta.
ELLA
Bueno, bueno, que
no pasa nada, tranquilo, ¡joder, El Capital! era por si lo recordabas, aunque
si prefieres me callo, saco un libro y mientras tú le sigues mandando
mensajitos de esos a tu recua de amantes, que no pasa nada.
Ella baja
la cabeza, y se hace la ultrajada, y vuelve a mirar alrededor. Él la mira
fijamente.
ÉL
Joooder
(resople), pero a qué viene esto, por favor.
Cara de
desesperación, y negación con la cabeza.
ELLA
Nada, no viene a
nada, sólo te pregunto si recuerdas la puta teoría marxista sobre la plusvalía.
Cierta agresividad.
ÉL
Pues no, no me
acuerdo, yo que sé de lo que estás hablando, pero ¿por qué?
ELLA
No, por nada,
simplemente es que me ha venido a la cabeza, no sé por qué; quizás es porque
(…) humm, no sé, he asociado cierto aspecto de la teoría marxista con nuestra
relación (Tono alegre,
intercalando sonrisas), o más bien he vinculado tu
comportamiento con cierta contradicción que en su día hallé en la teoría
marxista, nada más.
ÉL
A ver, a ver, a
ver, quieres decir que has asociado El Capital, la plusvalía absoluta, o
relativa, o la que sea y a Marx con mi comportamiento, así (risita) ni más
ni menos.
ELLA
Sí, lo puedes decir
así si quieres.
ÉL
Y a ver, por qué,
dímelo anda, quizás por la barba, por ser pruso, por ser judío, o quizás porque
me follo a las sirvientas y le empaqueto los hijos a Engels, dime anda, ¿es eso
lo que has asociado?
Tono
irónico que acaba en agresivo.
ELLA
Ah, pues mira, no, no
había pensado en ello, pero la verdad es que es algo que también os une, qué
curioso, parece que no te paran de surgir vínculos con Marx, ¿eh? Uhmmm, qué
orgulloso debes estar pareciéndote al maestro ¿verdad?
Tono
malévolo, maquiavélico.
ÉL
Sííí, claaro, tan orgulloso
yo como tú graciosa, me da la risa contigo. Además, ¿quieres que te confiese un
secreto?
ELLA
Uy, por favor,
ávida estoy de escucharte.
Ella se
echa hacia delante, acercándose a Él, interesada. Él sonríe, esperando a que
ella se incorpore, y sitúe su oído cerca de su boca.
ÉL
Pues lo cierto es
que nunca me leí El Capital.
Susurrando
al oído.
Ella
recula, y se le queda mirando a escasos 20 centímetros con cara de sorpresa.
ÉL
Ya
ves, como lo oyes, no creo que leyera más de diez páginas.
Vuelve a
subir el tono, normalizándolo.
Cara
sonriente y orgullosa.
Ella
sorprendida va retrocediendo sin parar de mirarle a los ojos, hasta apoyar la
espalda en el respaldo de la silla.
ELLA
¿Eeeh? Pero cómo
que no, y el ladrillo aquel que llevabas bajo el brazo durante la carrera, que
parecía una derivación genética de tu axila (risilla, resoplido), una
especie de malformación mutagénica (risilla), qué era aquello sino; (resoplido)
joder, no sabes lo mucho que nos descojonábamos de ti y de tu libraco, qué
bueno (cambio de voz, a
presentación circense) ¡Señoras y señores, con todos ustedes
el freaki que recibe la energía vital del marxismo leninismo!
Ella hace
aspavientos y gesticulaciones exageradas, teatrales, mientras sonríe.
Él la mira
con una sonrisa ofendida, esperando a que concluya su actuación.
ELLA
¡Un aplauso para
él!,¡Pero eso sí, tengan cuidado y no osen despojarle del materialismo
dialéctico sino quieren encontrarse con la personalización del liberalismo
económico!, (El tono
pasa de entusiasta a deprimido y sarcásticamente tristón)
¡No lo hagan! ¡No permitan que se convierta en lo que es hoy! ¡No permitan que
pierda su integridad!
Él sonríe
socarronamente y aplaude, mientras ella hace un gesto teatral con las manos en
el pecho y una leve genuflexión con la cabeza.
ÉL
Muuuuy bien, si
señora, muy bonito, así que va a hablar la acomodada pequeña burguesa con su
hipoteca a medias con sus padres, su Volkswagen Golf, sus vacaciones en el
Caribe, su votito útil al SOE, y que además aún tiene la desfachatez de mantener
su discursito rancio anarquista, muuuy bien, muuuuy bien, perfecto. Bufff (bufido). Qué
quieres que te diga, yo al menos
hoy tengo los huevos de reconocerte que jamás entendí ni media palabra de lo
que decía Marx, ya ves, y que si sacaba de paseo El Capital era porque formaba
parte de una puesta en escena, ni más ni menos ¿pero cómo no os disteis cuenta,
por favor?
Tras
acercarse a Ella sobre la mesa, vuelve a apoyar la espalda sobre el respaldo de
la silla en el momento en que le hace la pregunta, haciendo un gesto de
incomprensión con el brazo y la mano. Cuando vuelve a hablar, se incorpora
sobre la mesa, acercándose a ella, y moviendo la mano a modo de reprimenda y
confesión.
ÉL
Era un puto estandarte
ideológico, nada más, como quien lleva una banderita en el cuello del polo o
una estrellita roja en la camiseta, para qué nos vamos a engañar; lo llevaba
para ligar (énfasis gestual y
entonación), para resultar interesante, así de simple,
para engañar a todas esas universitarias progres que luego se sentían
orgullosas de haber follado con el outsider; qué marxismo ni qué coño (…) haber
si lo entiendes de una vez.
Él vuelve a
apoyarse en el asiento, abatido.
Silencio
durante un par de segundos.
ELLA
(Resoplido) No,
siiii, creo que ya, que ya lo entiendo (…) así que para engañar a las universitarias
progres (risa decaída), como yo claro.
Él resopla
y no dice nada.
ELLA
Joooder, pero si
tenías el libro completamente subrayado con notitas y marcas y referencias y no
sé que mierdas más.
ÉL
Pues sí, ya ves, simple
atrezzo para la puesta en escena.
ELLA
Joder, qué hijo de
puta eres; tú te das cuenta de que yo me enamoré de aquel comunista de postín, de
aquel tipo raro con su chaqueta con el parche de los Who, con la barba talibán,
la melena descuidada y su puto libro sagrado bajo el brazo; ¿te das cuenta? Qué
cabronazo eres (sonrisa
desesperada), y descubro ahora que siempre fuiste así, que
llevas todos estos años interpretando un personaje, ocultándote tras una
máscara; joder qué mierda, sí que he tardado en retirar todas las capas de tu
disfraz; mira que soy boba, eh; cómo habré permitido que jugaras conmigo de
esta manera durante tanto tiempo, joder qué estúpida.
Gestos de
abatimiento intercalados con desesperación. Él la mira sin inmutarse, apoyado
sobre el respaldo de la silla.
ÉL
Bueno anda, no te
hagas la digna por favor, basta de tonterías que no creo que te haya engañado
nunca, lo que pasa es que no somos los mismos niñatos idealistas que éramos en
la facultad; ni somos lumpenistas ni obreros ni casi proletarios, por mucho que
te empeñes en reivindicarlo, se acabó la lucha de clases, se acabó la
conciencia obrera, lo que queda es un trabajo de mierda en una empresa de
mierda con un contrato de mierda, pues cómo todo Dios en este país, ni más ni
menos, a día de hoy somos más explotadores que explotados; ya no somos los
mismos, reconócelo, somos seres cambiantes, mutables, transformables.
ELLA
Bueeeno, y esa
chorrada, ¿qué es que te ha dado por leer últimamente un manual de física
cuántica, o qué?
Ella baja
el tono de voz y con cara y entonación de arrepentimiento sarcástico acerca su
cara a la de él.
ELLA
Uy, perdona, que
igual te he ofendido, que se me había olvidado que tú los libros no los lees,
que sólo los muestras (risa).
ÉL
Muy graciosa, sí;
puedes decir lo que te dé la gana, pero sabes perfectamente que eres la primera
que has cambiado, aunque sólo sea por esa puta ironía que antes no tenías.
Entra la
camarera, Él deja de hablar, levanta los ojos, el plano se hace general y
enfoca a los tres, a la camarera se le ve mover la boca levemente pero no se
oye que diga nada, mientras, recoge las cosas que están sobre la mesa.
EL
Hola,
eh, para mí… una caña (duda,
su mirada abandona a la camarera para centrarse en Ella),
aunque estoy tomando antibióticos, no sé si debería beber alcohol.
ELLA
Yo
una Coca-Cola Light.
ÉL
Bueno
sí, una caña, pero tráemela doble, de las grandes (…) Gracias.
La camarera
se retira y les vuelve a dejar solos.
Él la mira
con curiosidad.
ÉL
Me
dirás ahora por qué has dicho lo de Marx y la plusvalía.
ELLA
¿Lo de Marx? Sí,
claro que te lo digo, aunque realmente no tiene nada que ver con la plusvalía
en sí, simplemente es que al mirarte mientras jugabas con el teléfono, me vino
una especie de revelación, algo así como un descubrimiento de la verdad (Ella levanta los ojos hacia Él con
cara de desánimo); no te rías por favor.
Él la mira
curioso y sonriendo escépticamente.
ÉL
No, no, lo siento,
continúa.
ELLA
Digamos que ahora,
mirándote, mientras tú estabas completamente ajeno a mí, me sobrevino la misma
sensación que tuve el día que leyendo El Capital descubrí que existía una
contradicción en el razonamiento de Marx.
ÉL
¿Una contradicción?
¿Cómo? No te sigo.
ELLA
Sí, podemos
llamarle una pequeña contradicción, algo sin apenas importancia que ni mucho
menos refutaba el modelo general, al menos en apariencia, algo casi anecdótico,
pero que para mí, en aquel momento, ponía en peligro las bases de la teoría
marxista; fue una especie de pérdida de confianza en el todopoderoso, una cura
de humildad.
Ella sonríe
de manera conformista al terminar la frase, mientras Él la mira extrañado.
ÉL
¿Pero cuál es esa contradicción?
ELLA
Qué más da; en
verdad la contradicción es lo de menos, lo importante es que haya asociado
aquella sensación con lo que he sentido hoy al mirarte. Lo importante es que mientras
tú permanecías ajeno, distante, extraviado de mí para siempre, de pronto pude descubrir
todas tus pequeñas contradicciones que hasta ahora permanecían latentes,
ocultas tras una apariencia de solidez, de estabilidad; y en ese momento fue
cuando tuve la misma sensación dual de entonces, me sentí por una parte absolutamente
orgullosa al descubrir una verdad hasta ahora oculta, inalcanzable para el
resto, pero al mismo tiempo, me vi soportando toda la tristeza del mundo, al
saber que el contenido de la revelación ponía en peligro todo aquello en lo que
creía, al comprender que esa verdad mandaba a la mierda mi vida entera; hace
unos años, cuando leí El Capital, al comprender que el marxismo no era más que
una utopía ideológica inalcanzable, y hoy, hace diez minutos, al verme viviendo
contigo en la mayor de las mentiras; y, en fin (resoplido), en ambos
casos al descubrir que no queda esperanza, que ya no (...)
Ella levanta
los ojos y se calla al aparecer la camarera con la bandeja; ésta les sirve un
café y un té con leche con un croissant.
ÉL
Gracias.
La camarera
les sonríe y se aleja mientras él le da las gracias y Ella permanece callada.
Mientras se
echan azúcar y ella se come un cuerno del croissant permanecen en silencio,
hasta que él levanta la cabeza y la mira.
ÉL
Cuéntame
la contradicción.
Ella le
mira, mientras come otro trozo de croissant, y sonríe.
ELLA
¿Tu
contradicción o la marxista?
Él sonríe.
ÉL
Mejor la marxista,
aunque es posible que no la entienda (risa); ya sabes que llevo toda la vida
disfrazándome de intelectual, y que en verdad no soy más que un paleto provinciano
aburguesado.
ELLA
Creo que en estos
momentos no hay nada más digno que ser un paleto provinciano.
ÉL
Uy, no te desvíes, que
no es de Mao de quien estamos hablando (risa), sino de Marx, cuéntame de una vez
su contradicción.
Tono
amable, casi cariñoso.
ELLA
Está bien te lo
cuento, aunque tampoco va muy allá, resulta que Marx considera que el valor del
trabajo se retribuye en función del valor de los bienes y mercancías que
permiten la subsistencia del trabajador, y no en función de lo que aportan al
proceso de producción, pero al mismo tiempo reconoce que existe una diferencia
salarial entre los obreros cualificados, que son los artesanos especializados,
y los peones que carecen de formación; y he ahí la contradicción, ya que …
El plano se
vuelve general, enfoca a la mesa con los dos personajes en ambos laterales, cuando
suena el teléfono móvil, se ve que Él recoge el teléfono de la mesa, mira la
pantalla, Ella mira en dirección al teléfono, se calla, y Él la mira.
ÉL
Perdona, es Miriam,
tengo que coger.
Ella
resopla.
Él se
levanta, y abandona la escena, dejándola a Ella sola, triste y desalentada.
La cámara
se va alejando de la mesa, abriendo el campo, hasta que pasa entre las cabezas
de una nueva pareja (Uno/Una) que se miran y acercan sus caras de perfil a la
cámara.
UNA
¿Esperamos a que
vuelva?
UNO
No, mejor que no; seguro
que él tarda un rato, y además se me está agotando la imaginación con ellos,
¿empezamos con otros?
UNA
Sí, mejor ¿con
quién?
La cámara
se alza un poco para dejar ver las mesas del bar, con sus cabezas en la parte
baja del plano, mientras ellos miran a su alrededor hasta que Él se queda
mirando a la izquierda, detrás de la pareja original, y señala a una nueva
pareja (Pijo/Pija), de distinto sexo, con vestuario más selecto, formas más
acursiladas y supuesta tonalidad de habla afectada.
UNO
¿Qué tal aquellos
dos?
Ella gira
la cabeza y mira a la pareja, asiente, y mira a Uno sonriendo.
UNA
Perfecto, un poco
de frivolidad no nos viene mal, pero ahora yo hago de él.
UNO
Hecho.
Uno sonríe,
acerca su cara a la de Una, le besa en la boca y se reincorpora mirando a la
nueva pareja de pijos.
En esos
momentos Pijo acaba de beber un sorbo de lo que se supone es una infusión, y
hace un gesto de contrariedad.
UNO
Empiezas.
UNA
Este té no está
nada bueno.
Tono
acursilado. Ambos miran a la pareja.
UNO
¿Por qué? A qué
sabe.
Tono
acursilado.
La cámara
se va alejando lentamente y las voces se van atenuando, mezclándose con el
sonido ambiente.
UNA
No sé, muy mal, como
el té aquel horroroso que nos pusieron en Marrakech ¿te acuerdas? Que parecía
que lo habían hecho con agua podrida.
UNO
Dios, sí, ¡que
asco, qué ganas de vomitar! Dile a la camarera que te lo cambie.
UNA
Sí, pues claro que
se lo voy a decir, porque esto está intragable.
La pantalla
se va fundiendo en negro, mientras que el sonido de ambiente se atenúa entrando
gradualmente el tema de Astor Piazzola (Adiós Nonino) en la versión de
polifonías vocales de Buenos Aires 8.
Cuando la
pantalla se funde completamente en negro aparece el título del corto:
“Ventrílocuos”, fundiéndose a los pocos segundos y comenzando los créditos
finales.
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